viernes, 17 de enero de 2014

Casas Viejas desde Casas Viejas



Casas Viejas perdió hasta su nombre para hacer olvidar una tragedia ocurrida hace ahora 81 años. Un fatal mes de enero de 1933. Siguiendo una convocatoria de huelga general, campesinos afiliados a la CNT iniciaron una insurrección para proclamar el comunismo libertario desencadenando una fuerte represión que se saldarían con una veintena de muertos y el inicio de una leyenda negra que iba a perdurar hasta nuestros días. Su población ha estado desde entonces condenada al silencio porque pocos se han atrevido a hablar de unos sucesos que conmocionaron a toda España y que marcarían el devenir de la Segunda República.




   Sin embargo, desde el año pasado sus vecinos vienen organizando unas jornadas para recuperar estos hechos. Son las Jornadas de los Sucesos de Casas Viejas, iniciativa conjunta de Fundación Casas Viejas, Amigos de Mintz, el grupo de teatro Hijo de la Luna y el propio Ayuntamiento, con la colaboración de otras entidades, como el instituto de enseñanza secundaria, asociaciones de mujeres y una serie de establecimientos de la localidad. Si en la pasada edición se propusieron dar a conocer los lugares relacionados con estos hechos históricos, en esta ocasión se han centrado en sus protagonistas, en las personas que tomaron parte activa o se vieron envueltos en los acontecimientos.



Así, se ha montado una exposición fotográfica, Casaviejeros 1933. De la esperanza a la derrota, para recuperar la memoria de los que desde cualquier posición fueron testigos de los sucesos. Asimismo, los organizadores se han propuesto, lejos de los tradicionales foros académicos, llegar a todos para buscar una mayor participación. Por eso hasta los bares se han llenado de libros, folletos, fotografías y periódicos de la época como homenaje a los historiadores, fotógrafos o periodistas que han mantenido viva esta memoria o desvelado algunos aspectos tan olvidado durante décadas. También se organizaron tertulias en las que podían hablar los vecinos. Incluso estos establecimientos se han puesto de acuerdo para ofrecer durante estos días los mismos platos que se comían antaño.

Otros han salido a la calle para compartir esta historia mediante visitas guiadas por los lugares de los sucesos, abriendo de esta forma nuevos espacios de diálogo y reflexión. Y esas calles se han llenado de visitantes para conocer la historia narrada de primera mano. No sólo para recrear la tragedia, sino, sobre todo, gracias a un gran esfuerzo de contextualización, dar a conocer las claves imprescindibles para entender las causas y circunstancias que pueden ayudarnos a entender este estallido revolucionario. Una historia de frustraciones ante una reforma agraria que no llegaba, de promesas incumplidas, y sobre todo de desesperación y de injusticia social.

Además, han querido hacernos partícipes de lo que sintieron los protagonistas, conociendo la historia desde dentro. Por eso unos de los espacios habilitados, el pequeño salón de la Fundación Casas Viejas, se convirtió en la choza de Seisdedos durante los momentos previos a su asalto e incendio por las fuerzas de orden público. Una historia narrada que no por conocida deja de conmover al reducido número de público, apenas una veintena, porque se rompen las barreras y las distancias para compartir uno de los momentos más trágicos de estos episodios. Resulta imposible no emocionarse al sentir en la propia piel, codo con codo con los actores en el interior de esta espacio estrecho y a oscuras, todo el pánico, la angustia y el miedo que sintieron sus antepasados.

Han pasado más de ochenta años pero un nuevo aniversario nos vuelve a plantear la necesidad de debatir sobre nuestro pasado como único modo de superarlo. En Casas Viejas ya no hay sitio para el silencio. Los lugares albergan ahora representaciones, exposiciones y tertulias. Sus habitantes han apostado por romper una espiral de olvido para sacar todo el dolor hacia fuera y mirar a la historia de frente y hacernos a todos partícipes de la memoria de unos hombres que soñaron con un reparto más justo de la propiedad de la tierra y una nueva formar de organizar las relaciones laborales.









































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