A
orillas del lago del mismo nombre, esta ciudad de ensueño de la Alta
Saboya disfruta de un entorno idílico, rodeada de agua y montañas nevadas con
unos colores únicos. Su casco antiguo evoca muchas historias y desde el
principio nos transporta a cuentos y leyendas, por ello muchos visitantes no dudan en
situar aquí, sin ningún fundamento histórico, la historia de La
Bella y la Bestia. Desde luego lo merece.
Antes
que nada conviene dar un paseo por los jardines que discurren paralelos a la
orilla del lago con los Alpes en el horizonte. Dicen que sus aguas son las más
limpia y transparentes de toda Francia. Tras atravesar el puente de los Amores,
sobre el primer canal que vamos a ver, nos dirigimos hacia el interior de esta
ciudad de cuento. En el puente sobre el río Thiou disfrutaremos de una de las
vistas más simbólicas y emblemáticas del país: el palacio de la Isla. Se trata de un diminuto
espacio donde se ubica el antiguo palacio de los condes de Ginebra.
El recorrido por el barrio
medieval es una delicia, sobre todo si se tiene la suerte de coincidir con el
día de mercado y se puede probar el típico vino caliente. Se puede subir al
castillo para tener una visión general con los tejados rojizos
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