Conocida también como la
Garganta Divina, para muchos es uno de los desfiladeros más bellos del
continente europeo. Y una de las rutas senderistas más populares y transitadas
de la Península Ibérica con abruptos desniveles, paisajes de roca y riscos
imposibles. Impresiona la profundidad del valle excavado por las aguas del río
Cares, una brecha rocosa con muchos metros de profundidad.
Antiguo camino de
pastores, la actual senda, paralela al valle, se hace en 1945 para dar acceso
al canal de la central hidroeléctrica que discurre paralela todo el camino.
Unos 24 Km. de un
sorprendente recorrido, de ida y vuelta, entre las ciudades de Poncebo y Caín.
Se parte de Asturias y se entra en Castilla-León. Aunque también se puede hacer
al revés. En nuestro caso comenzamos en la localidad asturiana de Poncebo y
nada más salir nos encontramos con un duro ascenso de casi tres kilómetros,
donde no hay tregua. Llegados arriba, a la zona de los collados, mientras
descansamos, podemos disfrutar de una gran panorámica y dedicar un rato a las
inevitables fotos encima de estas formaciones rocosas. Nos queda una suave
bajada y después iremos llaneando. Pero hay que estar muy atentos y extremar
las precauciones, puesto que durante todo el recorrido caminaremos al borde de
los precipicios y no existen barandillas.
Existen varios túneles y
más adelante atravesamos un total de 3 puentes porque vamos cambiando de una
orilla a otra. En el primer puente, llamado Bolín, existe la única fuente del
recorrido, y solo unos metros más adelante el de Rebecos, sin duda el más
espectacular, una estructura metálica de más de 50 metros que salva la
profundidad del valle. Entramos después en una zona de túneles de escasa
visibilidad y donde hay andar con precaución por su escasa altura. Pronto
llegamos a la presa del pantano y al último puente, donde todo invita a hacer
un alto para refrescarse.
En Caín existen servicios para tomar algo y recuperar las fuerzas antes de desandar el camino. Pero resulta un placer, antes de retomar la misma senda en sentido contrario, meter los pies en las frías aguas del río. La vuelta que tiene que ser más rápida porque ya hemos hecho las fotos de nuestro reportaje y nos ahorramos el desnivel de la ida.
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