martes, 29 de octubre de 2013

"Un paseo hasta el glaciar Ossué en el Pirineo francés" por Cristóbal García Sampalo.


Texto y fotos: Cristóbal García Sampalo 

Uno de los senderos que mejor recuerdo han dejado en mi memoria fue el ascenso al glaciar de Ossoue en la base del pico Vignemale (Altos Pirineos, Francia) que realizamos en julio de 2008 cuatro amigos que viajamos juntos desde hace años: Santi, Afri, Tere y Cristóbal.

Estando de vacaciones en la zona de Lourdes llegó a nuestro conocimiento la belleza y espectacularidad de este recorrido, además de la escasa dificultad del mismo, así que decidimos hacerlo a pesar de no contar con demasiados “preparos”  para ello ya que nos encontrábamos, como he dicho, en unas relajadas vacaciones veraniegas. Los lugareños nos comentaron que a finales del siglo XIX, el conde Henri Russell, después de haber recorrido y explorado gran parte del planeta se enamoró de esta montaña, hasta el punto de que... ¡la alquiló! Y no es extraño, ya que es una de las cimas más bellas del Pirineo, situada entre los valles franceses de Gavarnie y Cauterets.

Accedimos al lugar por la localidad francesa de Cauterets, perteneciente al departamento de los Altos Pirineos y situada a 32 km de Lourdes. Desde allí nos dirigimos en coche al lugar conocido como Pont d´Espagne, sitio de tránsito para el comercio entre los dos países vecinos desde tiempo inmemorial que se convirtió a mediados del siglo XIX, gracias a su belleza, en un lugar popular de veraneo para la alta sociedad francesa y desde los años sesenta del pasado siglo en un sitio para montañeros y el turismo de masas.

Mientras subíamos por la zigzagueante carretera, pudimos admirar las bellas cascadas del Lutour o del Ceriset. Más tarde, llegados al aparcamiento existente, controlado y de pago, abandonamos el vehículo para tomar primero un telecabina y posteriormente un telesilla que nos dejaron casi al nivel del Lago de Gaube, para llegar al cual aún habríamos de andar algo menos de una hora. Lo primero que nos impresionó fue el intenso color turquesa de mismo en contraste con los fantásticos verdes de los bosques circundantes. Hasta llegar al borde del lago nos habían acompañado inmensos ejemplares de Abies alba que contemplamos boquiabiertos, y que a esta altura empezaban a ser sustituidos por hermosos ejemplares de Pinus uncinata, especie tremendamente dura, capaz de vivir a gusto en alturas cercanas a los 2400 m. Algún ejemplar aislado de Pinus sylvestris completaba el entorno ralentizando nuestra marcha para poder disfrutar en toda su plenitud de uno de los bosques más bonitos y salvajes que hasta ahora hemos visto en los Pirineos. No fue posible cruzar el lago por su orilla izquierda, como informaba una señal al comienzo del sendero, así que lo bordeamos por la derecha. Allí nos contemplaban confiadas algunas marmotas que tomaban el sol en las piedras cercanas al camino.

Poco más allá, arribamos a la Cabane du Pinet (1780 m.), refugio sin guardar para montañeros que estaba cerrado durante esos días, Allí comenzamos la subida a la Cascada de Esplumouse (1980 m.), que se afronta por su vertiente izquierda (en el sentido del ascenso) y que seguía deleitando nuestros sentidos. En este tramo encontraríamos unos metros con cierto desplome hacia la cascada en los que la precaución debía ser máxima. Pronto el valle se volvió a abrir y dejó ver el tramo que quedaba hasta el Refugio de Oulettes de Gaube (2150 m.), que no vimos hasta pocos metros antes de llegar. Lo que sí se divisaban eran los impresionantes muros grises de las puntas del Vignemale (3.298 metros) , en contraste con el azul del cielo de este magnífico día de verano y el blanco de la nieve del circo glaciar. Esta cumbre parece que fue ascendida por primera vez el 2 de agosto de 1792, ya que unos geógrafos dejaron una señal en la cima, pero al no haberse retenido su nombre se considera como primera ascensión "conocida" la realizada el 8 de octubre de 1837 por Henri Cazaux, guía de Luz, y su cuñado Bernard Guillembet.

Desde el lago se va ascendiendo a sucesivas amplias plataformas, siempre con el río Ouletets de Gaube y su valle como compañeros. Es un recorrido sencillo, sin fuertes desniveles (exceptuando el inicial de Pont d’Espagne al embalse de Gaube si se decide hacerlo a pie prescindiendo de los remontes que nosotros utilizamos) hasta el refugio de Oulettes de Gaube, en la base del Vignemale. En el ascenso desde el embalse hasta el mismo refugio de Oulettes de Gaube se sucede la gente, desde montañeros embotados hasta urbanitas domingueros con chanclas playeras, pero a partir del refugio sólo van quedando senderistas y montañeros dispuestos a asaltar las cumbres que tienen frente a ellos.

A partir de aquí, el cauce del torrente se multiplica en cascadas. Unas veces lo llevamos a nuestra izquierda y otras a la derecha salvándolo mediante pequeños puentes y pasarelas. Los prados alpinos llenos de flores en los que pastan unas hermosas vacas nos muestran al glaciar que cada vez se siente más cercano y no podemos dejar de pensar en los que nos dijeron quienes nos recomendaron este sendero: el Glaciar d’Ossoue es, probablemente, el más bello de todo el Pirineo; su larga lengua, salvando un desnivel considerable, se prolonga más de lo que su soleada orientación podría permitir creer, sin embargo, también se extiende cada vez menos año tras año, como le sucede a la mayoría de los glaciares pirenaicos; y el circo superior, es sencillamente perfecto, agarrándose a las paredes del dilatado semicírculo rocoso que lo enmarca, el cual lo deja fluir generosamente como solidarizándose con los montañeros.

Llegados a la llanura formada por la morrena del glaciar, multitud de arroyuelos de aguas heladas y cristalinas bajaban del mismo para formar el torrente principal que habíamos seguido durante todos el ascenso. Unos minutos sumergidas en estas aguas bastaron a nuestras latas de bebida para casi alcanzar el punto de congelación. Tras refrescarnos continuamos un rato más el ascenso para pisar la nieve congelada de la lengua del glaciar. A partir de ahí no seguimos pues no teníamos ni la impedimenta adecuada ni el tiempo necesario para subir, al menos hasta la cumbre del Petit Vignemale, hermano menor de nuestro pico de referencia. En el mapa se puede contemplar el recorrido que nos hubiera gustado realizar pero las circunstancias mandaban, así que con el regreso por el mismo camino de subida dábamos fin a una de las jornadas senderistas más agradables de las que hemos realizado.

































































  






domingo, 20 de octubre de 2013

Recreación histórica del Sitio de Tarifa

        Cada mes de octubre Tarifa regresa al siglo XIX. Este año una legión formada por varios centenares de figurantes, miembros de hasta 19 asociaciones culturales de Gran Bretaña, Irlanda, Polonia y diferentes puntos de España, recordó el ambiente y el contexto del Sitio de Tarifa, uno de los numerosos episodios de la Guerra de Independencia. En los últimos años estamos asistiendo a un verdadero auge de estos intentos por traer la Historia a la vida. Numerosas poblaciones están haciendo un ejercicio de memoria, indagando en su pasado, y en este proceso para recuperar mitos, la Guerra de la Independencia ocupa las primeras posiciones entre las preferencias de los municipios. Sus acontecimientos bélicos conjugan suficientes episodios épicos para mostrar esta pasado con un componente lúdico y cultural. 

          Por ello por todas partes están apareciendo asociaciones de recreaciones históricas. Constituye en nuestro ámbito una novedosa manera de difundir algunos aspectos de la historia de España. El festejo de Ribadavía (Orense), la denominada Festa da Istoria, declarada de interés turístico nacional, que recrea el ambiente medieval de origen judío con la participación de gran parte del pueblo y de la comarca, puede ser un digno referente de este movimiento.

       En Tarifa este año se han escenificado estos hecho acaecidos entre los años 1811 y 1812, con las escaramuzas francesas por tomar su ciudad amurallada, paradas militares o procesiones cívicas; también se ha reproducido el famoso cuadro de Casado de Alisal sobre el juramento de los diputados de las Cortes de la Isla de León de septiembre de 1810, finalizando las jornadas con la propia jura de la Constitución de 1812.







































































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