viernes, 30 de diciembre de 2016

Cruz del Tajo de Ubrique



Sin duda uno de las imágenes identificativas de Ubrique. La de la ermita de San Antonio con la sierra al fondo coronada por una cruz, que en navidades es una estrella. La Cruz del Tajo, encima de un cortado que viene a caer sobre las últimas casas de la localidad, preside el pueblo desde mediados del siglo XVIII cuando un religioso capuchino la colocó allí tras un temporal de lluvias que habían producido estragos para proteger a la población de los desprendimientos de rocas. 
Hoy día para acceder allí hay que partir de uno de los miradores recientemente construidos en El Carril y continuar a través de lo que siempre hemos conocido como Ubrique el Alto. Los últimos metros son muy accidentados y hay que andarse con mucho cuidado. Pero una vez arriba, casi más cerca del cielo que de la tierra, todo este esfuerzo tiene su recompensa porque podemos disfrutar de una vista sin igual de todo el entorno ubriqueño. Se trata también de una perspectiva única para tomar conciencia de las transformaciones que ha experimentado esta localidad, y para ello se incluye una imagen de mediados de los años sesenta captada desde el mismo lugar.









                              









                                   




































  





















 
                                                 


























Ubrique, mediados de los años sesenta.









miércoles, 21 de diciembre de 2016

La Trocha de Algeciras



Sendero histórico, casi legendario, lleno de misterio. Algunos de sus tramos discurren por lugares sombríos y escondidos, secuestrados del mundo. La comarca del Campo de Gibraltar históricamente ha padecido un secular aislamiento con algunas zonas del interior al encontrarse con las sierras cercanas que llegan a actuar como una barrera natural. El viaje a Cádiz por la costa parecía lleno de peligros, por los continuos ataques de los piratas. Pero la vía alternativa del interior tampoco estaba exenta de dificultades.  
La Trocha era un camino de herradura, de imposible paso para los carruajes y utilizado por aquellos valientes que se atrevían a tomarlo porque de esta manera se ahorraban una jornada en su camino hasta Cádiz. Frecuentado por contrabandistas, era de tránsito complicado porque, según los viajeros de la época, cualquier encuentro levantaba sospechas. Este camino dejó de utilizarse durante el último tercio del siglo XIX cuando se potenciaron las comunicaciones por el litoral a través de caravanas. Desde entonces, los carboneros fueron sus únicos moradores y fue olvidándose poco a poco hasta su actual abandono.
Hoy es un camino muy irregular que carece de señalización, empedrado a veces, otras invadido por la vegetación. En algunos momentos llega a perderse y resulta necesario estar muy atentos para descubrir los pequeños hitos del camino. Pero, sin duda, merece ser recuperado por sus atractivos  naturales e interés histórico. Se trata de una de las  zonas más escondidas del Parque Natural de Los Alcornocales, que disfruta de uno de los paisajes más bellos y salvajes de Andalucía. Laderas sombrías, precipicios, barrancos y profundas gargantas atravesadas por arroyos donde sólo se escucha el murmullo del agua. Tapizado por un manto verde de alcornoques, quejigos y helechos, un paisaje sorprendente que muchos no conocen.         
El camino partía del centro de Algeciras y hoy día se puede recorrer sin problemas su tramo inicial que termina en el carril de las Corzas a través de las laderas de la Garganta del Capitán. Después continuaba por el puerto de los Alacranes y desde allí el camino sigue buscando Facinas, hoy por el interior de fincas privadas,  con parada obligada en la venta de Ojén.
Nosotros los hemos hecho en sentido contrario, o sea, desde el carril de Las Corzas hasta la barriada del Cobre en Algeciras. Tiene la ventaja de que ya empezamos en medio de un paisaje espectacular porque, de entrada, nos vemos inmersos en el reino del alcornocal más puro, con las ramas de estos árboles centenarios dibujando extrañas figuras. Al principio el sendero no ofrece dudas. Caminamos siempre en bajada dejando un pequeño cauce fluvial a nuestra izquierda. A veces nos encontramos con alguna bifurcación que presentan algunas complicaciones pero pronto tendremos que atravesar el arroyo Batafuegos y ya no nos albergarán dudas de que vamos por el buen camino.
El paisaje se va cerrando y la humedad en incremento. Nos encontramos con colonias de setas en los árboles. La cabecera del arroyo es un embudo que recoge todas las aguas que bajan de estas montañas. Vamos por la zona más elevada de la Garganta cada vez más encajonada. Sin duda una de las partes más bonitas y donde hay que tener cuidado para no perderse porque el camino serpentea y es confuso. En el arroyo del Salado hay que continuar atentos, porque hay que pasar a la otra orilla, y seguir siempre dirección sur. Otra bifurcación en el puerto del Viento para continuar por la derecha según vamos descendiendo.
El camino a veces está labrado en las rocas. Buscamos el ventorrillo de la Trocha, lugar emblemático del camino donde se servía vino a los viajeros. Tenemos que continuar hacía el arroyo de la Fuente Santa, donde se situaba un antiguo balneario de aguas sulfurosas. En este punto sólo nos queda atravesar el Huerto de los Mellizos y un pequeño trecho por una vereda antes de finalizar en la barriada del Cobre, ya en Algeciras. 
En resumidas cuentas, un sendero legendario que todavía hoy ofrece a los trocheros un compendio de atractivos históricos, naturales y algo de misterio.