Sin duda uno de las imágenes
identificativas de Ubrique. La de la ermita de San Antonio con la sierra al
fondo coronada por una cruz, que en navidades es una estrella. La Cruz del
Tajo, encima de un cortado que viene a caer sobre las últimas casas de la
localidad, preside el pueblo desde mediados del siglo XVIII cuando un religioso
capuchino la colocó allí tras un temporal de lluvias que habían producido
estragos para proteger a la población de los desprendimientos de rocas.
Hoy día para acceder allí hay que partir de uno de los miradores recientemente construidos en El Carril y continuar a través de lo que siempre hemos conocido como Ubrique el Alto. Los últimos metros son muy accidentados y hay que andarse con mucho cuidado. Pero una vez arriba, casi más cerca del cielo que de la tierra, todo este esfuerzo tiene su recompensa porque podemos disfrutar de una vista sin igual de todo el entorno ubriqueño. Se trata también de una perspectiva única para tomar conciencia de las transformaciones que ha experimentado esta localidad, y para ello se incluye una imagen de mediados de los años sesenta captada desde el mismo lugar.
Hoy día para acceder allí hay que partir de uno de los miradores recientemente construidos en El Carril y continuar a través de lo que siempre hemos conocido como Ubrique el Alto. Los últimos metros son muy accidentados y hay que andarse con mucho cuidado. Pero una vez arriba, casi más cerca del cielo que de la tierra, todo este esfuerzo tiene su recompensa porque podemos disfrutar de una vista sin igual de todo el entorno ubriqueño. Se trata también de una perspectiva única para tomar conciencia de las transformaciones que ha experimentado esta localidad, y para ello se incluye una imagen de mediados de los años sesenta captada desde el mismo lugar.
Ubrique, mediados de los años sesenta.
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