Ha transcurrido mucho tiempo desde
la última vez que pisamos el pico de San Cristóbal. Calculo que sería 1971.
Desde entonces no habíamos vuelto a subir a esta cumbre. Su figura majestuosa
en la lejanía nos transportaba irremediablemente a los últimos años sesenta y
primeros setenta cuando desde Ubrique unos verdaderos pioneros del senderismo, con
Manuel Cabello a la cabeza, organizaban esta subida el primer día de mayo de
cada año, consiguiendo arrastrar hacia estas sierras a verdaderas legiones de
gente y convirtiendo este día en una verdadera fiesta popular con familiares y
amigos. Por tanto volver a estas cimas representaba para nosotros ni más ni
menos que reencontrarnos con aquellos recuerdos infantiles.
Durante casi medio siglo el San
Cristóbal se había convertido en un anhelo. Observar sus laderas en la lejanía
nos llevaba irremediablemente a aquellos años. Es cierto que existieron varios
intentos que no dieron resultado por las restricciones y limitaciones que se pusieron
a las visitas tras la declaración de parque natural y, quizá también, por una
excesiva rigurosidad en la concesión de los preceptivos permisos. El año pasado
al fin lo conseguimos y estuvimos muy cerca pero las condiciones meteorológicas
nos obligaron, ya en plena ascensión, a desistir en el último momento. Pero
este año, gracias a la persistencia de nuestro rutero de referencia, Rubén, nos
encontramos con una nueva oportunidad. Tras años esperando este momento, la
noche antes del reencuentro con estas cumbres nos costó conciliar el sueño y la
ruta no la hicimos en las mejores condiciones, pero por nada del mundo
queríamos renunciar a esta especie de viaje al pasado.
La propuesta consistía en enlazar
las dos principales elevaciones de la provincia de Cádiz, el pico San Cristóbal
(1.555), que siempre se ha creído que era el más alto, y el Torreón (1.654
metros) a través de toda la crestería de la Sierra del Pinar, en cuya ladera
norte han encontrado su último refugio los pinsapos, reliquia del Terciario, y
zona declarada, por tanto, reserva de la Biosfera. Una ruta más que atractiva,
caminando por los techos de la provincia de Cádiz con unas panorámicas
extraordinarias de buena parte de su entorno andaluz. Cuentan que era la
primera referencia que buscaba desde el mar los navegantes que volvía de Las
Indias.
Sin lugar a dudas la ruta por
excelencia de la provincia de Cádiz. Sólo se conceden dos permisos cada mes
desde octubre a mayo para un máximo de 15 personas. No existe sendero alguno
desde que se empieza a subir el primer pico hasta que se inicia la bajada del
segundo. Sólo piedras y más piedras. Además de estas dos cumbres se hace cima
en otras tres cotas siempre por encima de los 1.600 metros. Una ruta, muy
técnica y exigente, que requiere mucha concentración para realizarla, y si se
va en grupo cierta colaboración para ir abriéndose paso entre los bloques
rocosos. La crestería son palabras mayores. La frontera entre el senderismo y
el montañismo.
La ruta la comenzamos en el acceso
al Pinsapar junto a la carretera del puerto de las Palomas y durante los
primeros kilómetros hay que ganar altura por la Sierra de las Cumbres. Llegados
a su puerto tenemos una primera visión del San Cristóbal presidiendo todo el
conjunto e inevitablemente nos entran las dudas de cómo llegar hasta arriba.
Existen varias posibilidades, directamente por un canchal a través de sus
laderas, o bien por la falda de la montaña que queda a nuestra izquierda, que
fue nuestra opción. Tras una nueva ascensión se llega a un collado, que es la
base del pico, y donde existe un pozo de nieve que resulta ser el más grande de
la Serranía, así como un hito junto a un mirador orientado a Grazalema y la
Sierra del Endrinal.
El repecho final al pico hay que hacerlo al asalto, casi a
las bravas, porque ya no podemos vislumbrar sendero alguno y por tanto también
existen varias posibilidades. Cuando llegamos a esta cumbre tan marinera,
queremos rescatar cuanto antes algo de aquellos recuerdos de infancia buscando
alguna referencia pero resulta casi imposible después de tantos años. Apenas
localizamos el lugar donde antaño se levantaba una cruz de madera que preside
todas las fotos en blanco y negro que conservamos. El día es muy claro y las
vistas son un regalo para los sentidos. Bajo nuestro pies, en 360 grados, la
totalidad de nuestro mundo más cercano.
Pero no hay tiempo para las
emociones. Una simple visual hacia el Torreón, por encima de las maravillosas
caídas del Pinar, nos da una idea de lo que nos espera. Una línea o cuerda que
es en realidad una cresta calcárea pronunciada. Un horizonte agreste de picos,
laderas, canchales, agujas, paredes verticales y bloques de piedra. La bajada
la hacemos por la cara occidental hacia las crestas pero enseguida debemos
buscar una ladera de la otra vertiente para poder continuar nuestro camino.
Dentro de este horizonte rocoso tampoco podemos evitar mirar de vez en cuando
hacia atrás para ver cómo nos vamos alejando de nuestro pico. En la zona
conocida como La Brecha nos encontraremos casi en tierra de nadie, equidistante
entre los dos picos y a merced de este caos de piedras. La marcha se hace más
lenta por los constantes obstáculos que hay que superar y por cierta
inseguridad al tener que extremar las precauciones en lugares casi imposibles.
Sin descanso hay que trepar o bien buscar rodeos para superar esa sucesión de
obstáculos. Son necesarias casi unas tres horas para recorrer apenas un par de
kilómetros. Pero El Torreón está cada vez más cerca y algunos pinsapos, rotos y
vencidos por el viento, que se han atrevido a llegar hasta estas elevaciones,
parecen darnos la bienvenida.
Finalmente, tras superar otra cota, nos encontramos frente a frente con
la inmensa mole de este pico. Hay que bajar hacia su base para después tomarlo
otra vez al asalto. Aunque tampoco es mala opción buscar directamente el
sendero que sube desde la carretera de Grazalema. Una vez en el techo de la
provincia, dominamos todo el entorno y es el momento también para echar de
nuevo la vista atrás y despedirnos en la lejanía del San Cristóbal. Hay una
propuesta para continuar cresteando hacia el cercano pico del Águila, pero
finalmente se deja para mejor ocasión, por lo que la vuelta se hace ya en
continua bajada por el sendero hacia la zona de aparcamiento tras más de ocho
horas de constantes emociones.
Muy buena entrada Antonio.... Muy sentía, de las que hacen afición no solo al senderismo, sino también a seguir escribiendo en estos Blogs.
ResponderEliminarEmocionante relato y palabras juntas y acertadas, como siempre. Fotografía inmejorable. Enhorabuena maestro.
ResponderEliminarEmocionante relato, palabras justas y acertadas, como siempre. Fotografía inmejorable. Enhorabuena maestro
ResponderEliminarEmocionante relato, palabras justas y acertadas, como siempre. Fotografía inmejorable. Enhorabuena maestro
ResponderEliminarEmocionante relato, palabras justas y acertadas, como siempre. Fotografía inmejorable. Enhorabuena maestro.
ResponderEliminarEmocionante relato, palabras justas y acertadas, como siempre. Fotografía inmejorable. Enhorabuena maestro.
ResponderEliminarHola Antonio, me ha parecido fantástica tu redacción, y tu punto de vista en las fotografías. Es un camino muy entretenido, y tuvimos suerte con la meteorología y con el equipo humano que nos acompañaba.
ResponderEliminarMe alegro de haberte conocido, y espero repetir en alguna ocasión.
Salud.