La casualidad quiso que nuestra visita al distrito financiero de
Nueva York coincidiese con el rodaje en sus calles de algunas escenas
de la película de Martín Scorsese que estos días se estrena en
nuestros cines con notable éxito de taquilla. Por ello pudimos ser
testigos de la expectación que levantaba entre todos los turistas
la filmación de escenas como en la que el protagonista atraviesa la
estrecha calle Nassau, en el corazón de Wall Street, en dirección a
la oficina. Un cordón de seguridad nos separaba de las cámaras pero
se podía seguir la escena a cierta distancia, así como reconocer a
los actores principales.
La película. “El lobo de Wall Street” se inspira en la vida de
Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), un broker que acabaría en la
cárcel después de numerosas prácticas fraudulentas. Retrata el
ascenso y caída de este aprendiz de valores al que le enseñaron que
lo único importante era ganar dinero. Fundador más tarde de una
agencia bursátil, al que el dinero parecía caerle del cielo,
aprenderá a saltarse las normas hasta que fue encarcelado por fraude
y lavado de dinero. Una historia de grandeza y decadencia ambientada
en los años 80 y 90.
Tras rodar la escena repetidas veces para regocijo de los curiosos,
llegó la hora del almuerzo. Y de pronto todos los actores y extras
se confundieron con el público. Sus figuras nos resultaban
familiares al evocar incontables películas. Enchaquetados y raudos
en dirección a bancos, bufetes de abogados, corredurías de bolsa o
asesorías financieras. Y situados en el centro de esta maraña ya no
sabremos a ciencia cierta si estamos en medio de una ficción
cinematográfica o más bien en el más real de los mundos. En el
corazón de las finanzas mundiales donde nadan estos tiburones
financieros. Que hacen y quieren el dinero sin ningún tipo de
remordimientos. Porque todo gira alrededor del dios dinero.
Grupos de lobos que se dedicarán a hacer fortuna. Como Belfort y su
manada de traficantes de acciones que engañaban a sus compradores
como si fueran corderos. Persiguiendo el sueño americano se saltaron
tantas reglas que contribuyeron decisivamente a provocar la gran
burbuja de 2008 de la que todavía no nos hemos recuperado y que ha
dejado a muchos países al borde de la bancarrota. Es la crónica de
unos años en los que todo valía con tal de ganar dinero. El
ambiente agresivo de los 80 propició prácticas ilegales e hicieron
aumentar las OPA hostiles. Algunos amasaron enormes fortunas, otros
acabaron en la cárcel por fraude.
Símbolo de la cultura del dinero, en medio de este impresionante
bosque de rascacielos, esta zona aglutina a los grandes bancos,
corporaciones, la Bolsa y todos los símbolos del poder financiero.
No podemos evitar recordar esas imágenes en blanco y negro que nos
dejó la Gran Depresión iniciada tras el colapso de 1929. Pero es
también la parte más antigua de la ciudad, donde se construyeron
las primeras iglesias y los primeros parques. Su nombre procede del
muro edificado para evitar que los indios entraran en Manhattan
Pocos cruces de calles han tenido tanta trascendencia en el mundo
como el de Wall St. con Broad St. Aquí se encuentran tres edificios
históricos: la Federal Hall National Monument, el lugar donde George
Washintong fue investido presidente en 1789. Muy conocida su estatua
mirando a la bolsa desde unas escalinatas, este edificio de estilo
clasicista anteriormente fue Casa de Aduanas y en su interior hay una
exposición sobre la Constitución.
El edificio de la bolsa (New York Stock Exchange) es el paraíso de
los inversores, el auténtico corazón de las grandes empresas y eje
del mundo financiero. Pero desde los atentados de las torres gemelas
permanece cerrada a las visitas del público.
Y muy cerca de allí la Iglesia de la Trinidad, construida a mediados
del siglo XIX. De estilo neogótico, hoy está muy encajonada y casi
empequeñecida por los altos edificios que la rodean. En sus
alrededores todavía se escuchan los ecos de la acampada de protesta
de los activitas del movimiento Ocupy Wall Street, grupos que
nacieron después del 15-O para denunciar el poder casi absoluto que
han adquirido en el mundo de hoy las empresas. Y muy cerca de allí
la Reserva Federal, el banco de los bancos, que emite la moneda de
los Estados Unidos.
En este pequeño espacio, en este cruce de calles estrechas y
cortas, se sitúa el corazón de las finanzas mundiales cuyas
fluctuaciones tienen una rápida repercusión en todo el planeta.