Se trata del
primero de los caminos de Santiago del que se tiene constancia ya que
fue utilizado por el rey Alfonso II El Casto de Asturias, en el siglo
IX, para acudir a Compostela poco después del descubrimiento de la
tumba del apóstol. Se ha intentado mantener el mismo itinerario de
esa primera peregrinación y en líneas generales reproduce fielmente
el original, partiendo de Oviedo y enlazando con el camino francés
en Melide. Las zonas boscosas y de difícil tránsito han sido
limpiadas para habilitar este sendero entre montañas y valles
siempre verdes. Está bien indicado con las flechas amarillas y las
características conchas asturianas en sentido inverso y hoy día,
tras muchos años de olvido, se ha convertido en un camino
alternativo que cobra cada vez más fuerza entre los concheros.
Pero antes que
nada es preciso tener en cuenta algunas cuestiones. En primer lugar
no puede ocultarse su dureza. En el Primitivo no existe tregua, es un
continuo sube y baja entre montañas, en muchas ocasiones por encima
de los 800 metros. También hay que incidir en el hecho de que en
algunos tramos nos encontraremos sin servicios ni infraestructuras.
Porque hay que efectuar la travesía sin que tengamos posibilidad de
pertrecharnos de avituallamiento, al pasar por pequeñas aldeas que
no tiene bares ni comercios, por lo que debemos ser precavidos y
comprar víveres con anterioridad. Es lo que pasa en los caminos
alternativos, que a veces hay que cargar con la comida con el
consiguiente aumento de peso. Lo mismo pasa con los albergues, ya
que no abundan y hay que programar muy bien las etapas. Tras un
esfuerzo muy grande por parte de las autoridades y las asociaciones
de amigos del camino para evitar el asfalto, se combinan todo tipo de
senderos, trochas o veredas, a veces pedregosas. El barro, es otro
problema casi todo el año. En resumidas cuentas, para acometer con
éxito este itinerario hay que programar bien las etapas y dosificar
los esfuerzos.
Pero todos estos
inconvenientes no deben ser motivo para renunciar a disfrutar de uno
de los caminos más hermosos. Se cruza la parte oriental de Asturias,
la más desconocida y profunda, en una sucesión constante de
bosques, ríos, valles y aldeas. El corazón de la España más
verde. En todo momento evoca paisajes y encantos rurales. Los que
busquen la soledad encontrarán aquí el lugar perfecto, muy alejado
de la masificación del francés. Un amplio horizonte para disfrutar
de estos caminos buscando el equilibrio y la armonía que sólo se
encuentran cuando caminamos en plena naturaleza. Pero si uno quiere
compañía, al ser muy limitadas las posibilidades de alojamiento,
también la encuentra porque suelen coincidir las mismas personas al
final de cada trayecto, con lo que se refuerzan los lazos con otros
peregrinos, asemejándose a una familia en constante movimiento.
Aunque, este panorama idílico que acabamos de dibujar puede verse
algo alterado durante los meses de verano, debido al enorme tirón
que ha ido adquiriendo este camino y se puede dar el caso, como nos
ha ocurrido, de no tener garantías de encontrar un albergue con
plazas libres, por lo que a veces es obligatorio continuar caminando.
El Primitivo
tiene unos 250 kilómetros de caminos rurales por Asturias y Galicia.
En esta ocasión nuestra ruta se ha limitado a la parte asturiana, a
la que discurre por los concejos de Las Regueras, Grado, Salas,
Tineo, Pola de Allande y Grandas de Salime. Desde Oviedo hasta
Grandas de Salime, casi en el límite con la provincia de Lugo. En
esta primera parte nos vamos a ocupar de las etapas que nos conducen
hasta la aldea de Campiello.
Por otra parte,
al iniciar nuestra ruta delante de la catedral de San Salvador, en
Oviedo, no pudimos evitar acordarnos de nuestra amiga Lola,
asturiana, que desde hace años viene recordándonos aquello de que
“Quien va a Santiago y no visita al Salvador, va a casa del criado
y no visita al Señor” y que ahora vemos reflejado en varias
leyendas. En esta ciudad, conocida también por sus esculturas,
tenemos que seguir las conchas de bronce indicativas del camino
pegadas en el suelo que nos conducen hasta el barrio de La Florida y
muy pronto, sin transición, no encontraremos en medio de prados
verdes. Una sensación agradable el vernos de repente rodeados de
árboles centenarios que nos acompañarán desde el primer momento.
Aunque es cierto que el tramo hasta la localidad de Premoño se hace
un poco largo, sobre todo en su rampa final. Después divisaremos el
río Nalón, el más caudaloso de este Principado, pero resulta algo
pesado el tramo que discurre entre Peñaflor y Grado porque aquí
no existen árboles y lo atravesamos a la hora de máximo calor.
Grados es un
importante centro con un interesante patrimonio arquitectónico que
apenas pudimos admirar porque, inexplicablemente, carece de albergue.
Aunque sí paramos en una de sus sidrerías a la salida de la
población. Para encontrar un albergue hay que salirse un poco del
camino oficial, hasta San Juan de Villapadaña, pero si no quedan
plazas, como nos ocurrió, hay que continuar hasta el alto de
Cabruñana, que suele ser el último recurso de los caminantes.
Enfrentados a la realidad del camino primitivo, fue un día largo y
con un calor que no esperábamos. Y desde luego un aviso para
caminantes porque esta etapa no engaña a nadie y muestra a las claras
lo que va a ser el camino. Al final de la jornada, ya en Cabruñana,
nos enteramos del terrible accidente ferroviario de Santiago que fue
recibido como un duro golpe por muchos peregrinos que dirigían sus
pasos hacia aquella ciudad.
En Cornellana hay
que atravesar el salmonero río Narcea y hacer una parada en el
monasterio de San Salvador. Puede ser también una parada
gastronómica porque allí nos recomendaron probar una especia de
galletas típicas de la zona conocidas como “carajillos del
profesor” y unos bollos de pan relleno. Después de atravesar una
sucesión de pequeñas aldeas se llega a la ciudad de Salas que
constituyó toda una sorpresa por su monumentalidad y la belleza del
entorno natural de esta ciudad típicamente asturiana. Merece la pena
guardar fuerzas para visitar el arco y su torre medieval, su
palacio, iglesias, barrios de casas de colores y su paseo fluvial.
Además aquí podemos encontrar el ambiente y el calor jacobeo, con
bares que ofrecen el menú del peregrino, como Casa Pachón, y un
magnífico albergue, La Campa atendido por Miguel, el hospitalero,
que nos ganó a todos por su atención a los caminantes y el
magnífico desayuno que nos preparó. Con las fuerzas recuperadas,
¡Ultreia ..! a seguir el camino de las fechas amarillas.
El primer tramo
del camino hacia Tineo no deja de sorprendernos, atravesamos bosques
de galerías y paisajes donde se condensan todas las bellezas del
camino primitivo. Siempre en paralelo al río Nonaya, se va
ascendiendo en medio de robles y castaños. Hasta que, tras un fuerte
repecho final, al levantar la vista nos encontraremos con la nueva
autovía Oviedo- La Espina (A-63), que ha cambiado el paisaje al
pasar por encima del camino y cuyas obras han amenazado gravemente
algunos tramos. Bodenaya es otro hito de la ruta, con un albergue muy
apreciado por los caminantes. La Espina y El Pedregal nos reconcilian
definitivamente con el mundo rural y verde. El paisaje es ahora más
variado, salpicado de hórreos, bosques y ríos. Así hasta Tineo,
otro importante enclave que hay que patear obligatoriamente sacando
fuerzas de donde sea. Sin embargo, el albergue municipal necesita
mejorar mucho sus servicios para atender adecuadamente a un número
de caminantes que no para de crecer.
A la hora de
salir de Tineo nos volvieron a surgir las dudas acerca de qué
variante tomar para continuar nuestro camino. Las dos opciones que se
nos presentaban eran alargar la etapa hasta la Pola, o bien acortarla
en Borres para abordar al día siguiente la siempre difícil ruta de
Hospitales. Allí nos convencieron de manera vehemente de que por
nada del mundo debíamos perdernos ésta última. El fresco y la
lluvia de la mañana nos acompañaría durante la primera parte del
recorrido por bosques frondosos. Esa lluvia, cada vez más fuerte,
nos hizo desistir incluso de llegar a Borres por las limitaciones de
su albergue y porque ya no nos quedaba ropa seca, y ello nos decidió
a acortarla aún más para hacer parada y fonda en Campiello Aunque
antes se puede visitar el monasterio de Obona, hoy día en completo
abandono, para lo que hay que salirse un poco del camino. Etapa
corta, por tanto, pero la berza que nos prepararon en Casa Herminia
fue todo un homenaje y pudimos recuperar fuerzas y lavar y secar toda
la ropa. Además, tuvimos la oportunidad de asistir a una
competición de bolos celtas con la participación de jugadores de
todo el concejo. Este día tranquilo nos vendría bien para atacar
con garantías al día siguiente lo que ya se ha convertido en una de
las etapas más emblemáticas del Primitivo. Todo un reto por zonas
despobladas, en soledad, expuestas a fuertes vientos y que
describiremos en la segunda parte de esta entrega.
Es un placer tener noticia vuestras. Te recuerdo que tienes pendiente realizar la subida al río chillar (los cahorros) Nerja. Saludos a los compañer@s senderistas y del instituto.
ResponderEliminarSigues con esa vitalidad Antonio. Un saludo Manolo :-)
Las palabras de un hombre sabio y apasionado, conjugadas con el uso fluido de un vocabulario exquisito dan frescura a este y otros textos del autor
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