Una línea en el suelo todavía
recuerda la división del mundo en dos bloques irreconciliables. Durante
decenios la frontera entre Oriente y Occidente pasaba por el centro de un
puente. Uno de los escasos puntos en que se encontraban frente a frente
comunismo y capitalismo durante la larga guerra fría en la ciudad dividida de Berlín.
Un abismo separaba cada orilla. Un verdadero telón de acero. Incluso todavía se
pueden apreciar las diferentes tonalidades del color verde de esta construcción
de hierro, así se diferenciaba cada sector y dónde estaba exactamente el
límite. El puente de Glienicke, conocido como de los Espías, sigue inspirando
numerosas historias y ha vuelto a primer plano de la actualidad con el estreno
de la última película de Spielberg.
Este puente cruza el río Havel y
conecta el distrito de Wannsec, en Berlín, con Postdam, capital de
Brandenburgo. Se llama así porque está junto al palacio de Glienicke, durante
el siglo XIX residencia de verano del
príncipe Carlos de Prusia.
Pero es conocido por todos como el
Puente de los Espías porque soviéticos y americanos se citaban aquí para
intercambiar agentes secretos y disidentes detenidos. Tras arduas negociaciones, esta pequeña vía ha sido
testigo hasta 1986 de unas escenas consistentes en que en un momento señalada,
al unísono, dos hombres iniciaban un lento camino hacia la línea situada en el
centro. Se cruzaban y se miraban pero las instrucciones eran de no detenerse ni
dirigirse la palabra. A sólo unos metros estaba la ansiada libertad.
Cerrado a los alemanes occidentales
en 1952 y en 1961 a los orientales, se abrió definitivamente para todos en
noviembre de 1989, un día después de la
caída del muro de Berlín, simbolizando como en pocos lugares la reconciliación
de este pueblo.
Sin embargo, todavía hoy al
situarnos en el centro de este emblemático enclave y dirigir nuestras miradas a
un lado y otro del puente no podemos evitar imaginar las siluetas que, en medio
de la espesa niebla y en absoluto silencio, se cruzaban en este mismo lugar y
aún nos llegan los ecos y las sombras de las barreras, alambradas y fusiles
fronterizos.
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