Han
pasado 25 años desde su desaparición. Sin embargo, sigue estando
presente en la vida diaria de una ciudad demasiado marcada por su
pasado. Lo que se conoció como "muro de la vergüenza",
símbolo poderoso de la Guerra Fría, que dividió durante 28 años
la ciudad y el mundo, ha pasado a ser un reclamo turístico de primer
orden. Algunos de sus lugares más emblemáticos aparecen jalonados
de figurantes y actores uniformados, donde tampoco faltan las trampas
para los turistas, como garitas o casetas de vigilancia falsas. Marx
decía que la historia se repite dos veces, una vez como tragedia y
otra como farsa.
Y
ello pese al evidente esfuerzo de las autoridades por preservar estos
lugares de memoria con un fin didáctico mediante la creación de
museos, colocación de paneles explicativos e incluso la habilitación
de espacios para la expresión libre de los ciudadanos. Allí donde
ha desaparecido el muro, una línea de adoquines nos permite seguir
su antiguo trazado en bicicleta, el medio de transporte más
utilizado por los berlineses. Esta línea nos lleva a lugares como la
puerta de Brandeburgo, el Reichstag, el Checkpoint Charli (cruce
fronterizo más conocido y único punto durante la Guerra Fría donde
hubo una confrontación directa entre soviéticos y estadounidenses,
cuando sus tanques se encontraron frente a frente), Potsdamer Platz
(la antigua franja de la muerte convertida hoy en escaparate de la
más moderna arquitectura) y, como no, los tramos conservados del
muro original con algunos de sus elementos. El más interesante, una
franja de más de un kilómetro reconvertida en galería al aire
libre por artistas de diversas nacionalidades. Pero desviándonos
un poco, bajo una simple explanada que sirve de aparcamiento, el búnker de Hitler, cuya ubicación sólo se ha dado a conocer
hace unos años, tras el estreno de la película "El
Hundimiento". Y junto a este lugar, el gigastesco monumento a
las víctimas del Holocasto, más de 2.700 bloques de hormigón sobre
un suelo ondulado.
Las
últimas fotos corresponden a la ciudad de Potsdam, con el célebre
puente de los Espias, donde hasta 1988 se intercambiaron prisioneros
las dos potencias enfrentadas. Una línea en el centro, así como el
tono verde de la pintura utilizada, diferente en cada lado, era la
referencia que buscaban espías o disidentes cuando se cruzaban. Esta
ciudad fue elegida por los vencedores de la guerra para decidir la
suerte de Alemania, y todavía se conserva la estrella roja que
colocó Stalin en el jardín del palacio donde se reunieron. En
contraste con Berlin, que no duda en mostrar su heridas de guerra,
esta Versalles prusiana, de majestuosos palacios, jardines y lagos,
esconde todavía muchos enigmas.
La antigua puerta de Checkpoint Charlie
Zona de Muro East Side Gallery
Potsdamer Platz
Reichstag
Bunker de Hitler alberga un aparcamiento
Memorial del Holocausto
Puente de los Espías
Potsdam
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