A simple vista
Rávena se nos muestra como una ciudad plana. Como otras tantas. La primera
impresión cuando pisamos sus calles es que no nos dejará huella. Hace algunos años
la visitamos, dentro de un maratoniano viaje de una manera apresurada, camino de otros destinos más conocidos del
norte de Italia, donde siempre falta tiempo para asimilar tantas sensaciones, y
sólo alcanzamos a recordar la zona dantesca con la tumba del gran Dante.
Desconocíamos que Rávena no ofrece pistas al viajero con prisas, su discreto
encanto le hace ocultar sus bellezas y esconder celosamente sus atractivos. Sin
embargo, la antigua capital del decadente Imperio Romano tiene más de ocho
monumentos en las lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y exige una
detenida visita.
Verdadera
encrucijada de caminos y de influencias, ha sabido conservar todo el esplendor
de una época convulsa, el final de la Antigüedad y los albores del Medievo. Sus
iglesias y baptisterios nos muestran mosaicos grecolatinos y bizantinos
formando un conjunto único por su valor artístico e histórico que nos dejarán
con la boca abierta en más de una ocasión.
Nuestro repertorio
fotográfico comienza con la basílica de San Vital. Sin duda un buen punto de
partida para reconciliarnos con esta ciudad. Su deslumbrante decoración cubre
paredes, bóveda e interior del ábside dejando ver a las claras que la
influencia oriental asume un papel dominante. Ante nosotros mosaicos, techos,
arcos triunfales y paredes laterales de colores brillantes con esas escenas que
nos resultan tan familiares porque hemos visto tantas veces en los manuales de
Arte y libros de Historia.
Y atrapados por esas
bellezas que Rávena esconde, ya no habrá marcha atrás. Por lo que sin descanso
pasamos al Mausoleo de Galla Placidia, situado sólo a unos metros. Se trata de
un edificio del siglo V, tan pequeño y de apariencia tan frágil que resulta
sorprendente que haya llegado hasta nuestros días sin alteraciones. Su exterior es de una sencillez
extrema, sin embargo al entrar descubrimos una atmósfera delicada y armónica.
Bajo sus deslumbrantes arcos, cúpulas y bóvedas tendremos la sensación de haber llegado al cielo. Sus mosaicos escenifican la redención con numerosos
motivos geométricos y representaciones de animales que inundan todo este extraordinario
espacio.
La siguiente parada
es la Iglesia de San Apolinar Nuevo, del siglo VI. De planta rectangular, nada
más entrar la mirada se eleva hacia sus arcos laterales y mosaicos que lo
inundan todo y en los que podemos distinguir tres niveles con escenas que representan episodios de la vida de Cristo
tan conocidas como la Procesión de los Mártires, el Cortejo de Vírgenes o los Reyes Magos. Se trata de 13
paneles rectangulares. A su vez las luces que entra por sus ventanas
realzan aún más sus tres naves separadas por 24 columnas corintias. .
El Baptisterio
Neoniano, del siglo IV, es el monumento más antiguo de Rávena.
Consta de bóveda y dos niveles de arcos. Su cúpula tiene un gran medallón que
representa el bautismo de Cristo. Abajo encontramos la pila octogonal de
mármol. Y junto a este espacio se sitúa la catedral del siglo XVIII y el Museo
Arzobispal, donde no nos dejaron sacar fotos, con el púlpito de obispo Maximino o
de la extraordinaria capilla de Santa Andrea.
Por si no hemos
tenido bastante, la excursión se puede completar con la Basílica de San
Apolinar en Classe, situada a unos 5 kilómetros al sur de la ciudad, para
contemplar sus mosaicos de los siglos VI y VII.
Basílica de San Vital
Mausoleo de Galla Placidia
Basílica de San Apolinar Nuevo
Zona Dantesca
Catedral
Baptisterio Neoniano
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