El monte Abyla, o Yebel Musa, es un promontorio de más de 800 metros
de altitud que según la mitología griega estaba unido al monte de
Calpe (Gibraltar) cerrando el Mediterráneo y constituyendo la
frontera del mundo conocido. Hércules separó las dos orillas dando
lugar a sendas columnas que separan los continentes europeo y
africano y permitiendo que se llenara el Mediterráneo. Además,
según la leyenda, ofendido porque su amada lo había engañado, la
convirtió en piedra para condenarla a dormir el sueño eterno, por
lo que esta inmensa roca, que evoca la figura humana, es también
conocida como la montaña de la Mujer Muerta. Este perfil de mujer
tendida, muerta o dormida, la hace única.
Para acceder a este lugar de leyenda hay que tomar la carretera hacia
Tánger nada más salir del paso fronterizo de Ceuta y poco después
un desvío a la derecha nos llevará hasta el pueblo de Beliones o
Belyounech, pegado a la costa a la ciudad española. Rodeado de un
paisaje entre montañas que nos recuerda a muchos lugares de las
provincias de Cádiz o Málaga, se trata de un pueblo de pescadores,
con una antigua industria ballenera, entre la bahía de Benzú, que
alberga las últimas casas de Ceuta, y Punta Leona. Tiene puesto
fronterizo pero sólo se abre por motivos humanitarios o para
permitir que los escolares acudan diariamente a clase. El hecho de
tener un solo acceso ha contribuido a su tradicional aislamiento.
Incluso hasta fechas reciente en este pueblo encajonado entre
montañas, que permanentemente mira a las costas españolas, no se
podía sintonizar la televisión marroquí. También es un lugar
donde suelen alojarse muchas personas que acuden a trabajar a la
ciudad vecina. No existen hoteles pero últimamente se han acometido
importantes obras para dotarla de algunas infraestructuras, como el
asfaltado de calles o la iluminación pública, y llama la atención
la belleza y el colorido de algunas de sus casas. En suma, un lugar
casi idílico, ordenado y agradable, lleno de gente amable cuyas
tiendas se abren al escuchar al paso de los escasos visitantes y
donde todavía se puede escuchar a los niños volver del colegio.
Uno de sus mayores atractivos es que constituye la puerta de acceso
al parque natural del Yebel Musa. De hecho nada más llegar a esta
lugar nos encontramos con la silueta de la mujer muerta que domina
todo el entorno. Alcanzar la cumbre representa todo un reto
largamente esperado.
De una calle de la parte alta del pueblo parte una vereda que
comienza a subir de manera brusca y que debe llevarnos hasta esa
cumbre. Un camino pedregoso con escasa vegetación y un paisaje
donde encontramos lentiscos y algunos árboles retorcidos por los
fuertes vientos del Estrecho. Conforme vamos ganado altura podemos
apreciar una panorámica general del conjunto. Hacemos una parada en
dos pozos de agua para comprobar que esta gigantesca montaña surte
de manera suficiente a la población de la aldea. Al mismo tiempo que
se van levantado las neblinas del otro lado del Estrecho, nuestra
marcha lenta nos permite jugar a identificar las montañas o
poblaciones que se van descubriendo ante nosotros. Hasta que a unos
600 metros de altura se llega a un collado para da paso a otra
vertiente que mira hacia Tarifa y al puerto de Tánger.
El Yebel Musa se presiente a nuestra izquierda, detrás de un fuerte
repecho. La propuesta de nuestro guía marroquí es una invitación a
la aventura total. Consiste en atacar el Yebel Musa de la manera más
directa y vertical. Casi al asalto. Por un caos de piedra. Incluso
algunas de ellas no están del todo sujetas a la tierra y existe
peligro de desprendimientos. Pero ya la sensación de aventura había
invadido a todo el grupo. Los bastones, un estorbo, porque son
necesarias las manos para ascender. Hay que superar duras pendientes
y cortados a pico en pleno reino de las calizas y a veces es mejor no
mirar hacia abajo. Una vez arriba, después de unos 40 minutos que
pasan volando, la recompensa es infinita. Tenemos la seguridad de
encontramos en una cumbre que nunca olvidaremos.
Nuestra patria es el mundo Y ante nosotros dos culturas, Oriente y
Occidente, dos continentes, Europa y África, un mar y un océano. Si
miramos hacia interior, las estribaciones de la montañas del Rif
parecen más que nunca la Serranía de Ronda. Y montañas y valles
verdes sin apenas presencia humana. Ceuta y Tánger, y de un vistazo
todo el Estrecho, desde las dunas de Bolonia hasta Málaga, y aún
Sierra Nevada. Gibraltar poco a poco se va desprendiendo de su
neblina. El tráfico de barcos de todas las nacionalidades es
incesante por una de las vías marítimas más transitadas del mundo.
En la cima nos encontramos con lo que queda de antiguo un punto
geodésico, y una construcción de piedra, un santuario o lugar de
oración islámico bastante abandonado. Muchos días la niebla cubre
estos lugares, pero hemos tenido suerte y ello nos permite hacer
fotos de grupo con los amigos del Club Senderista los 3 Caminos de
Ubrique. Es el momento también de reponer fuerzas.
Se vuelve al collado por otra vía. Una bajada muy exigente, o
técnica. Es necesario volver a guardar los bastones para utilizar
todas las extremidades a fin de evitar caídas por este canchal de
piedras sueltas. Y sin apenas descanso se tiene que abordar otro
vertiginoso descenso con otro gran desnivel en medio de un verdadero
río de piedras. A esa hora el calor aprieta y un pozo en el camino
con recientes de plásticos para refrescarse nos salva la vida. Allí
existe un mirador que nos ofrece una perspectiva de todo el conjunto.
Continuamos hacia la bahía de Qued El Marsa con sus acantilados
blancos y verdes. Las marcas blancas y amarillas en las rocas son
ahora más visibles. La isla de Perejil junto a la costa nos ofrece
una imagen excepcional. El estrecho canal que la separa del
continente nos ofrece todos la gama de azules posibles y una colonia
de gaviotas son hoy las legítimas dueñas de este disputado peñón.
Tras desembocar en Punta Leona, la ruta estrecha su círculo en
Beliones, donde buscamos un té a la menta. Un recorrido de 15
kilómetros que se cubrieron en unas 8 horas para dejarse envolver
por este entorno privilegiado.
Magnífica crónica y excelentes fotografías, un reportaje visual completo y atractivo. ¡Felicidades a los expedicionarios!
ResponderEliminarMarcel