domingo, 27 de abril de 2014

Chauen. El largo viaje de la memoria.






No existe una primera vez en Chauen. No acertamos a comprenderlo, pero casi todo resulta tan familiar que parece que ya hemos estado allí. Los paisajes, el trazado de sus calles, sus casas encaladas, incluso algunos rostros son asombrosamente idénticos a los que podemos encontrar en Andalucía. Son nuestras montañas, nuestros ríos, patios, pozos, jardines... Parece que una parte de nosotros late al otro lado del Estrecho. Pervive en el norte de Marruecos. Es la mítica Chauen, la ciudad azul, fundada en el siglo XV por exiliados musulmanes y judíos de al-Ándalus que tuvieron que cerrar puertas en la Península para refugiarse en estas tierras y cuando perdieron toda esperanza de volver quisieron reconstruir el paraíso perdido, una copia de sus pueblos. Han sobrevivido a guerras, emigraciones y pobreza. Pero el pasado andalusí pervive en las calles y en el inconsciente colectivo de muchos de estos descendientes de moriscos que viven hoy en el norte de Marruecos. Durante siglos fue considerada ciudad santa, inaccesible para los extranjeros, protegida por murallas y rodeada por un áurea de misterio. Cuando las tropas españolas llegaron allí en 1920 se encontraron con que muchos de sus habitantes hablaban una lengua conocida y sería allí donde se arrió la última bandera hispana en 1956.
           Hoy Chauen se han convertido en un potente centro turístico del norte de Marruecos que lucha a duras penas por combinar tradición y modernidad para no perder su identidad. El blanco de sus casas de antaño ha ido cediendo terreno ante el azul, convertido hoy en dominante. Pero hay que alojarse en algunos de los pequeños hoteles o pensiones de su medina porque recorrerla es todavía un regalo para los sentidos por la mezcla de olores y colores y para despertarnos con las oraciones que llegan de la mezquita de los andaluces. Y hay que salir con las primeras luces del día para conocer esta ciudad desnuda, desprovista de su habitual ajetreo, y perderse por el laberinto de calles. Tras llegar a lo más alto, donde están las murallas, ya no sabremos con seguridad en qué orilla estamos. Todo evoca a poblaciones como Vejer, Ubrique o Benaocaz. En la plaza de Uta al-Hammam la alcazaba parece una Alhambra en miniatura, los barrios tiene nombres andaluces y en el punto más elevado encontramos los manantiales de Ras al-Ma, la cabeza de la cascada, ahora con abundante agua, y un poco más abajo sus molinos y esa cultura del regadío que también importaron de Andalucía. 
         Una ciudad que es hoy uno de los mayores legados andaluces. Es Chauen. Nuestra Chauen. Tan cerca y tan lejos. Un viaje de la memoria. Un viaje de 500 años a escasos kilómetros de Algeciras. Siempre nos acompañará el aroma de su medina y de su té a la menta.      
















































































miércoles, 9 de abril de 2014

Subida al Peñón de Gibraltar con escolares




Esta mole caliza, donde la leyenda sitúa una de las columnas de Hércules, es un espacio natural que nos recuerda en muchos aspectos su entorno más inmediato pero constituye en realidad un enclave multicultural único. A la largo de la historia se ha distinguido por representar un cruce de culturas, religiones, lenguas y costumbres, en cuyas calles se mezcla el acento andaluz con el británico. Sin embargo, nos permite también, como en pocos lugares, la posibilidad de tomar conciencia de la vida de frontera, al mostrarnos la realidad de dos poblaciones vecinas separadas por cuestiones de índole política.  

Por otra parte este enclave nos ofrece numerosas posibilidades para practicar el senderismo a la vez que conocemos nuestra historia Se trata de utilizar estos recursos para su aprovechamiento pedagógico. Por eso ofrecemos una propuesta consistente en una salidad a esta colonia bitánica de estudiantes del último año del Bachillerato de un centro educativo de la comarca vecina del Campo de Gibraltar. En numerosas ocasiones hemos oído que los habitantes de un lado y otro de la verja han vivido a espaldas unos de otros. En este sentido la muchos de los expedicionarios tenían un conocimiento muy superficial del Peñón pese a tenerlo al lado.

La primera imagen que nos ofrece esta roca, todavía en la lejanía, es la de una fortaleza inexpugnable. Y aún más tras acceder a ella a través de las pistas de su aeropuerto y de unos túneles y murallas que evocan los años de guerras y asedios. Por lo que todo allí refleja la función militar que ha tenido hasta fechas muy recientes. Pero hay que subir a lo que hoy constituye una importante reserva natural, con una gran masa forestal dentro de un perímetro de unos 10 kilómetros, para descubrir una realidad bien distinta. Un espacio y unos paisajes que han permanecido ajenos a los avatares de la Historia y que respiran por todos lados un aire andaluz y mediterráneo. Una de nuestras primeras paradas debe ser en los túneles de la Segunda Guerra Mundial, excavados durante los primeros años de la década de los años cuarenta, un entramado defensivo de más de 50 kilómetros con hospitales, reservas de agua, depósitos de armas y barracones, y donde se puede explicar los pormenores del conflicto bélico en la zona. Un poco más arriba la recreación histórica del Gran Asedio del siglo XVIII nos quiere poner en contacto con este cerco. A continuación nuestos pasos nos llevan hasta el acantilado situado en su parte norte, donde se encuentran los túneles de ese asedio, para iniciar desde allí una fuerte subida hacia uno de los puntos geodésicos y disfrutar de unas extraordinarias vistas sobre la bahía de Algeciras, el Mediterráneo, las costas y montañas de las provincias de Cadiz y Málaga y, a nuestras espaldas, el Estrecho y las costas africanas con el imponente monte Yebel Musa que durante muchos siglos ha sido el límite del mundo conocido, la última frontera de los antiguos navegantes. Nos ofrece también una perspectiva inolvidable desde estos escarpes rocosos de la vertiente este del Peñón, más desconocida y salvaje. En gran parte del recorrido conocimos los famosos monos de Gibraltar que se aprovecharían de un grupo tan numeroso para depararnos alguna sorpresa.

Si queremos bajar por uno de estos acantilados hay que seguir caminado hacia el sur por un sendero que nos lleva hasta las baterias O´Haras para conectar con lo que se conoce como Escaleras del Mediterráneo. Se trata de una de estas laderas casi verticales, a veces no aptas para personas con vértigo, y donde se alternan en forma de zigzag escalones de piedra caliza y veredas, y siempre con la costa a nuestros pies. En algunas de estas paredes encontramos las omnipresentes garitas e instalaciones militares, pero también cuevas de habitación prehistóricas de difícil accceso y desde donde nuestros antepasados controlaban el Estrecho. La senda termina en el cementerio judío del siglo XVIII, una terraza natural con vistas sobre la zona más al sur y  donde se sitúa el faro de Punta Europa. El camino de vuelta se puede hacer a través del Jardín Botánico y continuar por la artería principal camino de la animada plaza Casemates, epicentro de la ciudad.

En resumidas cuentas, y lejos de cualquier otra consideración, un espacio con numerosas posibilidades para entrar en contacto con la naturaleza, la historia y con nuestra realidad más inmediata que no haý que desaprovechar.