Esta
villa medieval tiene una fuerte identidad determinada por su historia y también
por sus usos y tradiciones. Situado muy cerca de la línea con la separa de
España, se trata de un pueblo de frontera y por tanto fuertemente defendido por sus murallas y
fortalezas. A simple vista, desde la distancia, nos recuerda otros lugares de
la zona. Su ubicación estratégica permite controlar una extensa zona y la
comunicación visual con el conjunto de fortificaciones y la red de atalayas de
esta región.
Un
primer mirador fuera de la villa, donde se ha construido un monumento al
florklore alentejano, ofrece unas impresionantes panorámicas con un horizonte
presidido por el río Guadiana que parece
un mar después de la construcción de un embalse para aprovechar sus aguas. .
Después
de superar un cinturón de murallas circundantes, algunas datadas en el siglo
XII, entramos en sus estrechas calles para desembocar en una plaza dominada por
una iglesia en un entorno de casas blancas. Actualmente estas arterías se han
ido llenando de turistas y de puestos de artesanía. Todo el conjunto se puede
visitar sin rumbo fijo dadas sus reducidas dimensiones. Al final se llega al
castillo, en cuyo interior se ha construido una plaza para espectáculos
taurinos.
La fortaleza está bien
conservada y se permite subir a sus almenas y torres para continuar disfrutando
de estas espléndidas vistas desde otra perspectiva.