Se cumplen 81 años de la batalla de
Belchite. Una operación iniciada por el ejército republicano para aliviar la
presión del Frente Norte y evitar la caída de Bilbao y Santander y que iba a convertirse
en uno de los episodios más sangrientos de la Guerra Civil Española con más de
5.000 muertos y 3.000 detenidos.
El sitio, iniciado en agosto de 1937,
pronto se convirtió en asalto y sus calles en campo de batalla. Una lucha casa
por casa en una pequeña población que parecía la llave para tomar
Zaragoza. Tras una efímera victoria
republicana, fue tomada por las tropas sublevadas seis meses después.
Finalizado el conflicto bélico, Franco prohibió que se reconstruyera para que
quedara como la ciudad mártir del bando nacional y prueba de los excesos del
bando vencido, prometiendo la construcción de un pueblo nuevo. En sus
proximidades se creó un campo de concentración, que alojó a parte de la
población, familiares de izquierdistas locales, así como a centenares de
prisioneros de guerra en condiciones extremas ocupados en la construcción del
nuevo Belchite.
Al mismo tiempo muchos supervivientes
tuvieran que seguir viviendo a duras penas entre las ruinas hasta que se
construyó el nuevo pueblo en 1954, iniciándose entonces un penoso traslado que
se iba a prolongar durante diez años.
Sin embargo, las promesas no fueron
acompañadas de medidas de conservación del histórico pueblo. Y hasta 2002 esta
ciudad que simboliza como pocas los horrores de la guerra no fue declarada Bien
de Interés Cultural y cinco años después protegidas sus ruinas con una
valla.
Al visitar sus calles y casas son
perceptibles las huellas del abandono y del expolio. Sobrecoge recorrer su
trazado mudéjar, con una arteria
principal, la calle Mayor, y otras estrechas y tortuosas, así como lo
que queda de sus iglesias y conventos, ejemplos del mudéjar aragonés.
Actualmente la oficina de Turismo organiza visitas guiadas y la localidad se ha
hermanado con Oradour-sur-Glane, ciudad francesa cuya población fue masacrada
por el ejército alemán.
Hasta Belchite acuden cada año miles de
visitantes de todas las nacionalidades atraídos por los ecos de la Guerra Civil
y que han convertido esta localidad, cuya población se vio atrapada en medio de
una batalla más simbólica que estratégica, en un lugar de memoria.