Cada otoño muchos senderistas no
pueden quitarse de la cabeza este rincón de la provincia de Málaga. Para ellos
esta estación empieza y termina en los castañares del Valle del Genal Se
discute y se hacen todo tipo de cábalas sobre cuál puede ser el mejor momento
para visitarlo. Se busca el más óptimo para disfrutar del espectáculo de la
naturaleza, cuando los colores de las hojas de los castaños se superponen, se
mezclan en una estampa impresionista. Como artistas que acuden a la naturaleza
en busca de luz y de inspiración, se persigue esa gama de colores con todas las
tonalidades imaginables. Los numerosos verdes parecen dar paso a infinitos
tonos entre amarillos, anaranjados, rojizos y ocres.
Esos días muchos se dejan atrapar por el indudable magnetismo que tiene
esta zona. Pero a la vez, y pese a este indudable aluvión, El Genal se nos
presenta también como un rincón aparte, secuestrado del mundo. Y uno puede
sumergirse en las profundidades de estos valles buscando los ecos de un tiempo
pasado. Un viaje a la memoria.
La propia toponimia de estos lugares evoca un pasado de dominación
musulmana. Los primeros pobladores bereberes que colonizaron estas tierras desde
el siglo VIII establecieron sus aldeas en estas laderas a un lado y otro de
estos valles para articular una economía que tenía su base en el agua. Unos
pueblos blancos que cuelgan encaramados en las laderas de las sierras:
Igualeja, Cartajima, Pujerra, Jubrique, Faraján, Parauta y Genalguacil.
Estos pobladores buscaban las fuentes y manantiales para diseñar toda su
arquitectura de irrigación. Un trabajo colectivo para conjugar el líquido
elemento y la orografía del terreno, regulando los turnos con la figura del
alcalde del agua, un anciano con prestigio.
En pocos lugares puede apreciarse como en las chorreras de Balastar,
en Faraján. Desde las pequeñas huertas de las terrazas superiores buscaban un uso racional del agua y de la
tierra. Tenían prioridades los hortelanos de arriba y el sobrante se
precipitaba por cascadas. Y podemos apreciar todavía esos ecos en sus huertas y
acequias, en sus métodos de irrigación, en los cultivos mediterráneos de
cítricos, ciruelos, higueras, nogales, nísperos, granados y caquis.
La propuesta senderista del Club Senderista Camino y Jara parte de la localidad de Faraján para iniciar
enseguida una bajada buscando esas terrazas de cultivo. Hoy en día el
Ayuntamiento de aquella localidad ha habilitado un recorrido circular, que nos
lleva hasta las chorreras. Aunque todavía parece un lugar difícilmente
accesible, por el fuerte desnivel que hay que superar. Pero siempre nos
llevamos una sorpresa cuando estamos a los pies de estos saltos de agua de más
de 20 metros.
Después se emprende otra fuerte bajada buscando el río Genal, que hay que
atravesar por el paso conocido como La Puente. Después toca subir todo lo que
hemos bajado por la otra vertiente con fuertes desniveles para llegar hasta la
antigua arquería morisca de Chúscar, donde se calcula que llegaron a vivir unas 200
personas. Tras ello, otra subida continua y sin remedio hasta la cumbre del
pico de El Jardón, máxima elevación de la zona con sus 1.158 metros y lugar
privilegiado para tener una amplia panorámica de la zona y de su entorno
gaditano y malagueño. Un lugar ideal para tomar aliento y reponer fuerzas.
Después tenemos que afrontar una vertiginosa bajada por un cortafuegos. El
sendero nos quiere llevar a Pujerra, pero lo que de verdad encontramos es el
reino del castaño. El camino que nos resta es un placer para los sentidos. El espectáculo de la naturaleza.