La alta montaña atrae cada vez a más senderistas. Y Sierra
Nevada son palabras mayores. El pico Mulhacén no presenta especial dificultad
por algunas de sus caras y es asequible para iniciarse en esta disciplina al no
exigir demasiados retos técnicos. Sin embargo, se trata de la máxima elevación
de la Península Ibérica y, después de Mont Blanc y del monte Etna, es el más
alto de toda Europa Occidental. En verano una legión de gente asciende hacía
sus cumbres buscando esas sensaciones que solo se encuentran en el montañismo.
Incluso cada vez son más los que se atreven (este año nos hemos encontrado con
un nutrido grupo de miembros del club senderista los 3 Caminos de Ubrique) a pasar
la noche en su cumbre para vivir la
extraordinaria experiencia de esperar el amanecer desde este techo peninsular y
ser de los primeros en ver la luz del nuevo día.
El montañismo siempre recompensa. El tiempo es otro. Ofrece
esas sensaciones que buscamos cuando se toca cumbre después de superar muchos
desniveles. Un horizonte limpio que nos permite alargar nuestra mirada hasta el
infinito e ir identificándonos con los lugares que nos rodean.
En nuestro caso, la caminata consistió en una ruta circular, de unos 12 kilómetros con 1.000 metros de desnivel que se pueden cubrir en unas seis horas, alrededor de la loma del Mulhacén con salida y llegada al
refugio de Poqueira, estratégicamente situado, con buenos servicios y por tanto
una magnífica base de operaciones para acometer numerosas empresas por estas
montañas. Hay que empezar caminando hacia el este, en dirección al alto del
Chorrillo, que es un cruce de pistas, donde incluso un microbús remonta a
montañeros desde Capileira. Allí la pista se bifurca y debemos tomar
el sendero de la derecha puesto que desde este punto comienza propiamente la
ruta. La loma del Mulhacén ya no la perderemos de vista porque corona y preside
todo el paisaje y siempre la tendremos de frente. Conforme vamos ganando altura las lascas de piedra se hacen
dominantes hasta cubrir toda la ladera. El sendero se abre paso en medio de
este mar de rocas metamórficas, muchas de ellas pizarras, y está perfectamente
marcado por hitos de piedra. Cuando se inclina se hace en zigzag. Dejamos a un
lado un cruce que encontramos a nuestra izquierda y que lleva a Siete Lagunas.
Más tarde un punto geodésico nos señala el conocido como falso Mulhacén, que en
realidad es una cota de 3.362 metros. Un repecho más y ya divisamos lo más alto
de la loma y a nuestro alrededor, en 360º, todo lo bueno que puede ofrecernos
el montañismo. Imposible no hacerse unas fotos con este horizonte desnudo, casi
lunar, donde la vegetación no se adivina por ningún lado. Un paisaje
extraordinariamente accidentado con todas las tonalidades de grises, amarillos
y ocres.
En lo más alto de la loma otro punto geodésico nos señala el
punto exacto donde se sitúa uno de los techos de Europa, construido sobre una
capilla de la virgen de las Nieves. Existen también algunos restos de
estructuras y construcciones abandonadas.
La vuelta la haremos por la vertiente oeste, por la ladera de
la Caldera, muy empinada, y que sin embargo muchos utilizan para acceder a la
cumbre. Nosotros la hacemos en bajada, con algunas precauciones por la cantidad
de piedras sueltas, y teniendo en todo momento de frente la laguna del mismo nombre. Se trata de un circo
glaciar rodeado también de fuertes elevaciones como el pico Veleta y el cerro
de los Machos. Nos vamos cruzamos con muchos montañeros por los fuertes
desniveles de un camino trazado en un paisaje pedregoso y seco.
Piedras y nada más que piedras. A pie del lago, un refugio de montaña, sin
servicios, que suele estar lleno en verano. Un lugar ideal para descansar y
reponer fuerzas, y donde las cabras montesas conviven en perfecta armonía con
los montañeros.
Continuamos nuestro descenso paralelo al curso del río
Poqueira, que se va alimentando y
cogiendo fuerza con el agua del deshielo. Nos reencontramos con el paisaje
verde en verdaderos oasis de montaña alrededor de pequeñas lagunas. El valle
por el que caminamos se va estrechando y el paisaje adquiere cada vez más este
color. Cuando finalmente se abre nos encontramos en un lugar casi idílico y
tendremos que sortear las numerosas vacas que se acercan al río.
Un último esfuerzo y ya divisaremos la silueta del refugio de Poqueira
que señala el final de nuestra caminata.