Lo primero que se
nos viene a la cabeza cuando llegamos a Gijón es la placidez y la armonía que
se respira en una ciudad que no puede dejar de mirar al mar y se asoma
generosamente al Cantábrico para ofrecer allí su mejor cara. Esta zona marítima actúa como un imán que atrae siempre
a los gijoneses sin importarles
demasiado el tiempo que hace.
Por ello, y para
aproximarnos al alma de esta ciudad, resulta imprescindible realizar un
atractivo recorrido costero de poco más de 5 kilómetros lineales que comienza
en el casco histórico de la ciudad, en la zona de Campo Valdés, junto a la
iglesia de San Pedro, y termina en el parque de la Providencia, de antiguo uso
militar pero que ha sido recuperada para disfrute de todos.
El recorrido,
perfectamente señalizado con numerosas placas informativas con la distancia
recorrida, nos lleva a hermosas playas y profundos acantilados y se atraviesan
zonas en las que el verde de la costa casi se funde con el azul del mar. Además
el recorrido está jalonado de esculturas. La más conocida es Elogio del
horizonte de Eduardo Chillida; pero también son expresivas la que
representa a La Madre del emigrante, conocida también como La
Lloca, que no puede dejar de mirar al mar, y la llamada Solidaridad,
que es una cadena de acero entrelazada. Para finalizar en el parque de la
Providencia, en el cabo de San Lorenzo, con
el Homenaje a Galileo Galilei XV.
Cuando se llega al
cabo de San Lorenzo ya no se divisan las siluetas de los edificios de la bahía.
Allí nos encontramos cara a cara con el bravo Cantábrico. En apenas una hora
hemos ido desde los antiguos
asentamientos de la ciudad, en el barrio Cimadevilla, donde se ubican las
termas romanas, hasta los más atractivos acantilados.
Toda una experiencia